La fascinante belleza del río Calle Calle y una pareja de cormoranes robaban toda mi atención, hasta que divise una vistosa garza frente a Dominga Bristó.
Así conocimos el acogedor restaurante donde nuestra curiosidad fue atendida con profesionalidad y exquisita calidad. Mi asistente disfrutó de su trago bautizado como Ramazzotti y quien les escribe una cerveza Kunstmann Torobayo, que nos animó a continuar el recorrido hasta otro lado del río.
La costanera valdiviana era disfrutada a esa hora por un discreto y variado número de visitantes, a los que nos unimos tratando de captar la esencia de ese hermoso domingo en el que conocimos por casualidad a Dominga.
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